LA ORACION FUENTE DE PODER
LA ORACIÓN CRISTIANA FUENTE DE PODER
El descanso para el ministro debe ser como la máquina de afilar para la hoz: que se usa solamente cuando es necesario para el trabajo. Puede un médico durante una epidemia descansar más de lo indispensable para su salud. “La oración cristiana es la más alta prueba de energía de que es capaz la mente humana; porque para orar, se requiere la concentración total de las facultades. La gran masa de hombres mundanos es absolutamente incapaz de orar”. C
Capítulo X. oración cristiana , creadora de devoción
Existe en la actualidad una falta manifiesta de espiritualidad en el ministerio. Lo siento en mi propio caso y lo veo en otros. Temo que la condición de nuestra mente sea demasiado artificiosa, mezquina e integrante.
Nos preocuparnos más de lo debido en complacer los gustos de un hombre y los prejuicios de otro. El ministerio es sublime y puro y debe encontrar en nosotros hábitos sencillos de espíritu y una indiferencia santa pero humilde para todas las consecuencias. El defecto principal en los ministros cristianos es la falta de hábitos devocionales.
Richard Cecil

Nunca ha habido una necesidad más urgente de hombres y mujeres consagradas, pero aún más imperativa es la demanda de predicadores santos y devotos de Dios. El mundo se mueve con pasos agigantados. Satán mantiene su dominio y gobierno del mundo y se afana para que todos sus actos sirvan a sus fines.
La religión debe hacer su mejor obra, presentar sus modelos más atractivos y perfectos. Por todos los medios los santos modernos deben inspirarse en los ideales más elevados y en las más grandes posibilidades por el Espíritu.
Pablo vivió sobre sus rodillas para que la iglesia de Éfeso pudiera comprender la altura, y la anchura, y la profundidad de una santidad inmensurable, para que fuera llena “de toda la plenitud de Dios”. (Efesios 3:19). Epafras se entregó a obra consumidora y al conflicto tenaz de la oración cristiana ferviente, para que los de la iglesia de Colosas pudieran estar “firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere” (Colosenses 4:12).
En todas partes, en los tiempos apostólicos, se tenía el intenso anhelo de que todo el pueblo de Dios pudiera llegar a la “unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios. a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. (Efesios 4:13).
Ningún premio se otorgaba a los enanos: no se fomentaba la niñez retardada. Los bebés tenían que crecer: los ancianos, lejos de mostrase débiles y enfermizos, fructificarían en la vejez estarían corpulentos y florecientes. Lo más divino; en la religión son los hombres y mujeres santos. Ninguna cantidad de dinero, genio o cultura puede hacer progresar el reino de Dios. La santidad dando energía al alma, haciendo arder a todo el hombre con amor, con deseo de más fe, más oración cristiana, más celo, más consagración; éste es el secreto del poder de las oraciones poderosas.
Hombres así necesitamos, que sean la encarnación de una devoción encendida por Cristo. Cuando faltan, el avance de Dios se estaciona, su causa se debilita y su nombre desmerece. El genio (aun es el más inteligente y refinado), la posición, la dignidad, el rango, el cargo, los nombres privilegiados, los eclesiásticos ilustres, no pueden mover el carro de nuestro Dios.
Por ser de fuego sólo pueden empujado fuerzas ígneas. El genio de un Milton fracasa. La fuerza imperial de un león falla. Pero el espíritu de un Braínerd le pone en movimiento. El espíritu de Braínerd estaba encendido por Dios para hacer arder las almas. Nada terrenal, mundano, egoísta, abatió en lo más mínimo la intensidad de la fuerza y la llama que impele y consume todo. La oración cristiana es la creadora y el canal de la devoción.

El espíritu de la devoción es la oración. La oración cristiana y la devoción están unidas como el alma y el cuerpo, como la vida y el corazón. No hay verdadera oración sin devoción, ni devoción sin oración. El predicador debe estar rendido a Dios en la devoción más santa. No es un profesional. Su ministerio no es una profesión: es una institución divina, una devoción divina. Está consagrado a Dios. Sus propósitos, sus aspiraciones Y ambiciones son de Dios y para Dios, y a fin de lograr esto, la oración cristiana es tan esencial como el alimento para la vida.
El predicador, sobre todas las cosas, debe estar consagrado a Dios. Las relaciones del predicador con Dios deben ser la insignia y las credenciales de su ministerio. Estas deben ser claras, conclusivas, inequívocas. El tipo de su piedad ha de estar exento de superficialidad y vulgaridad. Si no excede en la gracia no podrá sobresalir en ningún sentido. Si no predica por su vida, carácter y conducta, su predicación es vacía.
Si su piedad es ligera, su predicación podrá ser tan suave y tan dulce como la música, tan hermosa como Apolo, pero su peso será corno el de una pluma, visionaria, flotante, como la nube o el rocío de la mañana. La devoción a Dios no tiene sustituto en el carácter y la conducta del predicador. La devoción a una iglesia, a las opiniones, a una organización, es despreciable, equivocada y vana, cuando se convierte en la fuente de inspiración, en el ánimo de una llamada.
Dios ha de ser el motivo principal del esfuerzo del predicador, la fuente y la corona de toda su labor. Todo su afán ha de ser el nombre y la gloria de Jesucristo y el avance de su causa. El predicador no ha de tener otra inspiración que el nombre de Jesucristo, otra ambición que glorificarlo, ninguna labor excepto para él. Entonces la oración cristiana será el venero de su iluminación, el medio de adelanto perpetuo, la medida de su éxito. El único y constante anhelo que el predicador puede acariciar es tener a Dios con él.
Nunca como en la actualidad ha necesitado la causa de Dios perfectas ilustraciones de las posibilidades de la oración cristiana. Ni las épocas, ni las personas pueden ser ejemplos del poder del evangelio, excepto que sean personas y épocas de profunda y ferviente oración cristiana. Sin ésta las generaciones tendrán escasos modelos del poder divino y los corazones nunca se elevarán a las alturas.
Un siglo puede ser mejor que el pasado, pero hay una distancia infinita entre el mejoramiento de una época por la fuerza de la civilización que avanza y su mejoramiento por el crecimiento en santidad y en semejanza a Cristo por medio de la energía de la oración cristiana. Los judíos fueron mucho mejores cuando vino Cristo que en los tiempos anteriores. Pero fue también la edad de oro de la religión farisaica. La edad de oro religiosa crucificó a Cristo. Nunca, más oración cristiana y menos oración cristianas; nunca, más sacrificios y menos sacrificios; nunca, menos idolatría y más idolatría; nunca, más devoción por el templo y menos culto para Dios; nunca, más servicio de labios y menos servicio del corazón (¡Se adoraba a Dios con los labios, y el corazón y las manos crucificaban al Hijo de Dios!), nunca, más asistencia a la iglesia y menos santidad. La fuerza de la oración hace santos. Los caracteres santos se forman por el poder de la oración genuina. Más santos verdaderos significan más oración; más oración significa más santos verdaderos.
Capítulo Xl. Una vida de oración cristiana
Es necesario que la comunión con Cristo sea una comunión creciente. Siempre encontramos cortinas por descorrer, que antes no eran visibles, y nuevos pliegues de amor en él. Desespero por llegar a la total comprensión de ese amor, tiene tantas complicaciones. Por tanto, cava profundamente, suda, trabaja y afánate por él, y aparta cuanto más tiempo del día te sea posible para la oración cristiana con poder. El que lucha, vence.
Samuel Rutherford
Dios tiene y ha tenido muchos de estos predicadores devotos, hombres en cuya vida la oración cristiana ha sido una fuerza poderosa, controladora y conspicua. El mundo ha sentido su poder, Dios los ha honrado y su causa ha progresado rápidamente por medio de las oraciones de sus siervos cuya santidad ha brillado en sus caracteres con divina refulgencia. Dios encontró uno de los hombres que buscaba en David Brainerd, cuya obra y nombre han pasado a la historia.
No era un hombre mediocre, sino capaz de brillar en cualquier grupo de personas así fueran sabias y distinguidas, eminentemente capacitado para ocupar los púlpitos más atrayentes y para trabajar entre la sociedad culta y refinada que ansiaba tenerlo como pastor. El presidente Edwards da testimonio de que era "un joven de talento sobresaliente, con un conocimiento extraordinario de los hombres y de las cosas, profundamente versado en teología para su edad, especialmente en todos los asuntos relacionados con la religión experimental.

Ninguno de su edad le igualó en las nociones claras y precisas de la naturaleza y esencia de la verdadera religión. Su actitud en la oración cristiana era inimitable, de tal manera que rara vez he conocido algo semejante. Su ilustración era considerable y tenía dotes extraordinarias para el púlpito".
Ninguna historia más sublime se ha registrado en los anales del mundo que la de David Brainerd; ningún milagro confirmó con una fuerza más divina la verdad del cristianismo que la vida y obra de ese hombre. Solo, en las selvas feraces de América, luchó día y noche con una enfermedad mortal, se privó de la cultura intelectual ocupado en el cuidado de almas; su acceso a los indios durante gran parte del tiempo se realizaba únicamente por el tosco medio de un intérprete pagano, pero con la Palabra de Dios en el corazón y en la mano, el alma encendida con la llama divina y un sitio, y un tiempo apartados para derramar su alma a Dios en oración cristiana, estableció ampliamente el culto de Dios y logró todos sus buenos resultados.
Los indios sufrieron un gran cambio, desde el más bajo embrutecimiento de un paganismo ignorante y degenerado hasta un cristianismo puro, devoto e inteligente; todos los vicios corregidos, los deberes cristianos externos aceptados y practicados; el establecimiento de la oración cristiana familiar; el día de descanso instituido y religiosamente observado; las gracias internas de la religión manifestada en toda su fuerza y dulzura.
El secreto de estos resultados se encuentra en el propio David Brainerd, no en las condiciones o accidentes sino en el hombre mismo. Fue un hombre de Dios y consagró a Él todo su tiempo. Dios se mostró en su vida sin estorbo alguno. La omnipotencia de gracia nunca fue detenida o dificultada por las condiciones de su corazón; el paso estaba allanado para que Dios con sus fuerzas poderosas bajara al desierto inculto y sin esperanza para transformarlo en jardín floreciente y fructífero; nada es demasiado difícil para Dios si encuentra al hombre a propósito para colaborar con Él.
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